Posicionamiento a nombre del grupo parlamentario de Movimiento Ciudadano,
del Senador Clemente Castañeda Hoeflich, durante la instalación del
Primer Periodo de Sesiones Ordinarias del Tercer Año de la LXIV Legislatura.
Cámara de diputados. 01 de septiembre de 2020.
México no se equivocó al votar por un cambio en el 2018. La situación del México de entonces era no sólo inviable, sino insostenible. Frente a la catástrofe que vivía el país, la respuesta de las y los mexicanos fue abrumadora.
Más del 80 por ciento de los electores, más de 45 millones de ciudadanos, votaron por una opción distinta a la del gobierno en turno, votaron por un cambio, y mandaron un mensaje que debería estar inscrito en la memoria colectiva de este país, particularmente de quienes detentan el poder:
Las hegemonías de cualquier índole, las que intentan suprimir la pluralidad, las que son incapaces de dialogar en la diferencia, las que socavan la deliberación pública y la razón, tarde o temprano fracasan. Porque por definición, una vez instauradas, son inevitablemente conservadoras y por lo tanto incapaces de desprenderse del pasado que dicen rechazar.
Por eso, desde el día en que se instaló esta legislatura y entró en funciones el actual gobierno, Movimiento Ciudadano se comprometió a respaldar todos aquellos esfuerzos orientados a revertir los años y los daños de los últimos sexenios para transformar el Estado mexicano y la vida pública del país.
Ahí estuvieron nuestros votos para enderezar las reformas constitucionales que dieron origen a la Guardia Nacional, la reforma educativa, la revocación de mandato y para elevar a rango constitucional los programas sociales.
Lo hicimos porque las y los mexicanos no se equivocaron al votar por un cambio. Sin embargo, la falta de resultados ha comenzado a revelar los límites de un gobierno profundamente voluntarista, que se asemeja cada día más a un mal remedo del pasado y a una reconstrucción de la vieja política.
Hoy, lamentablemente, está claro que la deuda con las y los mexicanos que votaron por un cambio sigue siendo enorme.
El problema es que la inspiración de este gobierno no ha sido la historia que nos enorgullece y nos da identidad. Su inspiración ha sido la nostalgia por las prácticas del pasado. Aunque lo intenten, nunca ha sido buena idea caminar de espaldas al futuro.
Tan arcaicos son aquellos gobiernos que llevaron al país a incontables crisis económicas, como el gobierno que hoy no puede conducir la economía nacional por sus confusiones ideológicas.
Tan obsoletos son los gobiernos que impulsaron una estrategia de seguridad fallida que ha lastimado irreparablemente a México durante más de una década, como un gobierno que hoy decide darle continuidad y profundizar la militarización del país.
Tan decrépitos son los gobiernos que depredaron impunemente nuestros recursos naturales, como un gobierno que hoy es el enemigo número uno de las energías limpias y supedita la vida del país a los combustibles fósiles.
Tan rancio es aquel presidencialismo centralista sin contrapesos, como un gobierno que hoy está obcecado con debilitar el federalismo y mantener un pacto fiscal injusto e ineficiente.
Tan caduca es la época de la compra de votos, del partido hegemónico y del fraude electoral, como la de un gobierno que hoy expande el clientelismo y las dádivas, porque no quiere eliminar la pobreza sino sacarle provecho.
Porque tan funesta es la época de la persecución política y de las instituciones al servicio del monarca sexenal en turno, como un gobierno que hoy hace un uso faccioso de las instituciones para proteger a sus allegados y perseguir a sus adversarios.
En otras palabras, el gran problema del México de nuestros días es que el proyecto de transformación que dijo que iba a hacer historia, hasta ahora sólo la está repitiendo.
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Cuando en Movimiento Ciudadano sostenemos que México no se equivocó al votar cambio, lo decimos con plena conciencia de que las equivocaciones, las omisiones y los errores provienen de quienes han abrazado con fervor la vieja política y las recetas del pasado.
Y no se trata de entablar una guerra de datos, sino de la cruda realidad que hoy viven millones de familias. El estancamiento de la economía, que no es reciente, acumula ya 18 meses en declive, con daños catastróficos para los ingresos, el empleo y el bienestar de las personas.
La falta de apoyos del gobierno durante los últimos meses ha provocado que más de 14 millones de personas se queden sin su fuente de trabajo y que más de 500 mil empresas estén en riesgo.
La tasa de homicidios es la más alta de los últimos años y al día de hoy han sido asesinadas más de 60 mil personas en lo que va de este gobierno.
Por eso lo decimos categóricamente: frente a esta realidad, exigirle cuentas al gobierno no es una traición, como lo sugiere la propaganda del régimen, sino un acto de lealtad. Lealtad hacia quienes genuinamente votaron por un cambio.
Como lo dijo el Presidente de la República en este mismo recinto legislativo cuando asumió el cargo: su gobierno y él no tienen derecho a fallar. Por eso no aceptamos que la única respuesta a las evidentes fallas de esta administración sea siempre la misma, repetir el mantra presidencial: la culpa es de los adversarios, reales o imaginarios, que amerite la ocasión.
México no puede volver a ser el país de un solo hombre, pero tampoco puede convertirse en el país de una sola respuesta.
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En Movimiento Ciudadano estamos conscientes de que México y el mundo atraviesan por la crisis más grave del último siglo. Una crisis que, en nuestro país, puso en evidencia el abandono y la fragilidad de las instituciones económicas y de salud. Una crisis que, a nivel global mostró que hay, cuando menos, dos grandes visiones de cómo enfrentar un problema de esta magnitud: tomando decisiones extraordinarias y apostando por la verdad, como lo han hecho notablemente mujeres que gobiernan países como Alemania, Nueva Zelanda o Taiwán;
o con el mero voluntarismo y demagogia, como lo han hecho los liderazgos populistas de Brasil, Reino Unido o Estados Unidos. Inexplicablemente, México siguió el ejemplo equivocado.
Por un lado, la pandemia les cayó como anillo al dedo para intentar justificar la crisis económica que veníamos arrastrando desde el inicio de la administración, quizá desde antes.
Y por otro lado, la utilizan para justificar la negativa para apoyar a las micro y pequeñas empresas y para otorgar un Ingreso Vital a las millones de personas afectadas por esta crisis. Acciones que el propio Presidente de la República califica de “rescates inmorales y elitistas”.
No, señor Presidente, justamente lo moral y lo humano sería apoyar a las millones de víctimas que sigue dejando esta crisis.
Lo que sí es inmoral e inhumano es haber establecido como objetivo central tener camas vacías y administrar la saturación hospitalaria, mientras la negligencia ha cobrado, oficialmente, la vida de más de 64 mil personas.
Lo que sí es inmoral e inhumano es ocultar la verdad. Repetir que la pandemia está domada o que México está saliendo de la crisis económica es una atrocidad que tiene consecuencias.
Parafraseando a la filósofa Hannah Arendt: sustituir la verdad con mentiras no convierte a las mentiras en verdad, pero sí destruye el sentido de la realidad por el que nos orientamos en el mundo.
Dicho de otra manera, la mentira no es inofensiva ni es irrelevante. Nos desorienta, nos divide y alimenta conductas irresponsables y debates estériles alrededor de temas elementales, como el uso del cubrebocas.
El autoengaño no es el camino para construir las soluciones de fondo que exige el país.
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Permítanme concluir con lo siguiente, en el año 2018, a pesar de nuestras legítimas y sanas diferencias políticas, millones de mexicanos compartíamos un punto de encuentro: el diagnóstico sobre el estado de gravedad en el que se encontraba el país. Y lo decimos sin mezquindad, nadie recogió mejor ese sentimiento de agravio histórico que el hoy Presidente de México.
Pero nadie en su sano juicio pensaría que el México de entonces es el mismo que el de hoy, como si la pandemia no hubiera alterado drásticamente nuestra realidad y no hubiera agravado los problemas que veníamos arrastrando. Hoy México es otro, y quizá la tragedia más grande que podría ocurrir es que no lo entendamos.
Déjenme decirlo en otros términos: el Presidente de la República diagnosticó otro país y pensó aparentes soluciones para un pasado que irremediablemente ya no existe, un pasado que fue rebasado por la cruda realidad en la que hoy vivimos. Un pasado que se fue con la pandemia.
Por eso el llamado que lanza hoy Movimiento Ciudadano, con un alto sentido de urgencia, es el de volver a compartir un diagnóstico que reconozca la magnitud de la emergencia y el de construir un nuevo trato para enfrentar la realidad.
México necesita, en colectivo, ver hacia el futuro. Entender que las respuestas no están en el pasado.
Necesitamos construir:
Un nuevo trato para desterrar la corrupción y la impunidad, para que la verdad y la justicia no sean objeto de consultas públicas.
Un nuevo trato para tener un modelo de desarrollo basado en la sustentabilidad y el respeto a la naturaleza.
Un nuevo trato para que la salud y la seguridad social sean un derecho y no un botín político o un negocio.
Un nuevo trato para recuperar la paz en todos los rincones del país, para dignificar y restituir a las víctimas.
Un nuevo trato para construir un Estado de bienestar que reconozca derechos universales y donde tener un ingreso digno y un trabajo decente sean un derecho y no una ilusión inalcanzable.
Compañeras y compañeros, la manera en que enfrentemos esta crisis condicionará el presente y el futuro de México. En Movimiento Ciudadano no vamos a permitir que el pasado se apropie de nuestro presente y de nuestro futuro.
Que viva México.